La práctica del ayuno, como valioso aliado de la oración, siempre fue considerada parte de la vida normal del pueblo de Dios, conforme consta ya en el antiguo Testamento, o bien en el Nuevo Testamento.
El ayuno es la restricción de los apetitos del alma y del cuerpo, hacia una búsqueda más intensa y sin impedimentos del rostro de Dios. Es una manera de humillarse delante del Creador, que el cristiano dispone. El autor expone resumidamente estos estudios bíblicos que, si son comprendidos y puestos en práctica, traerán para el pueblo de Dios las más ricas bendiciones espirituales y materiales: dádivas individuales y colectivas.