El autor expone todos los aspectos relacionados con la naturaleza de la teología desde una perspectiva cristiana evangélica. Aborda la cuestión de la cientificidad de la teología. Analiza las diversas perspectivas de la vivencia teológica. Debate la utilidad de la teología y su labor. Señala los aspectos que tienen relación con la vulnerabilidad de la teología. Y finalmente, se afirma la singularidad de la teología cristiana frente a la teología de las religiones.
Estructura para ello el material en siete capítulos o partes, que a su vez divide en siete subtemas cada una, intentando así lograr un balance entre contenido, extensión y utilidad.
El capítulo I: La naturaleza de la teología nos explica qué es la teología, dejando claramente establecido que las fuentes primigenias de la reflexión teológica son la revelación especial en la Biblia y la revelación encarnada, Jesucristo. Con ello descarta de entrada cualquier doctrina o elucubración teológica que no pueda ser probada mediante las Escrituras. Con la aseveración de que el objeto de la Teología es Dios mismo, se divorcia de jure de todas aquellas teologías antropológicas o sociológicas que pone al hombre y su realidad socioeconómica como el centro de la reflexión teológica. Luego entra a cuestiones meramente académicas de la teología como es su estructura y su metodología, para terminar explicándonos qué es lo que caracteriza a la teología evangélica y cuáles son las doctrinas cardinales del cristianismo.
En el capítulo II nos habla de la cientificidad de la teología. Con sólo decir teología sistemática, ya estamos ipso facto hablando de ciencia, es decir, de elaboración de conceptos lógicamente ordenados y relacionados puestos en un sistema y siguiendo un método. Demuestra que no hay contradicción entre la teología y el conocimiento que el mundo secular llama ciencia, puesto que la teología se vale de las mismas herramientas. Lo único que cambia es el objeto de estudio. Ambas se valen de axiomas. Aunque deja claro que a diferencia de la ciencia, la teología no tienen la obligación de probar sus aseveraciones en tanto que su fuente es la Biblia, que se limita simplemente a afirmar las cosas. Pero esto no menoscaba en ningún momento la cientificidad de la Teología, puesto que también la ciencia secular se ve con frecuencia imposibilitada de demostrar muchas de sus afirmaciones.
El capítulo III: La vivencia de la teología es un aporte novedoso en una obra de introducción a la teología. Se centra en el teólogo como persona, es decir, en el hombre que observa, estudia, interpreta y comunica a otros el resultado de sus estudios teológicos. Asegura que «la vivencia teológica está ligada a la vocación del teólogo», y por tanto analiza al teólogo en base a sus vivencias y su relación con Dios, asegurando que… «sí un teólogo tiene una conducta pública plástica… y al mismo tiempo una vida privada pecaminosa, ello incidirá negativamente en su teología…» Lo espiritual condiciona lo intelectual y todo lo relacionado con el hombre que estudia la obra de Dios. Termina este capítulo hablándonos del compromiso y la misión que tiene el hombre que hace teología con la Iglesia, la sociedad, y sobre todas la cosas con Dios.
El capítulo IV: La tarea y la utilidad de la teología adquiere un claro tinte apologético. Necesario en una época en la que un gran sector de la iglesia ve a los teólogos como intrusos, un estorbo o algo espurio, y para justificar su ignorancia arremete contra ellos aseverando que no tienen la unción y que hacen cosas que la Iglesia no necesita. Vivimos, además, en la época del delirio numérico, de telepredicadores, de mega iglesias; pero ante todo de un sincretismo religioso nefasto, donde cualquier parroquiano que se inviste a si mismo como pastor sale vendiendo como evangélicas doctrinas que no tienen ningún fundamento en la Biblia, pero como disfruta de un área de influencia y acción importantes, atrapa a multitud de indoctos en su necedad. Rigoberto Gálvez sale al paso de todo esto demostrando de una forma palmaria que el ejercicio ministerial de un teólogo es requisito sine qua non para la Iglesia. El teólogo es un investigador que descubre, que clarifica y que comunica la verdad. La Biblia señala enfáticamente que Dios ha constituido Maestros en la Iglesia. Y un teólogo es precisamente esto, maestro por antonomasia, puesto para defender la fe con sabiduría, «no con piedras y palos ante la artillería heterodoxa del enemigo» como decía el profesor ScottGarber, quien también agregaba que «si vamos a defender la fe, tenemos que dar la talla, porque si no, el oscurantismo privado es mejor que la necedad pública».
En el capítulo V: Las exigencias en la tarea de la teología nos explica que hacer teología es recibir, creer, comprender y expresar el conocimiento de Dios en Cristo a la Iglesia y al mundo… por medio de la fe, la oración, la iluminación del Espíritu y el estudio… Ubica al hombre que hace teología en el contexto de la vida diaria, refiriéndose a su vida devocional, sus ejercicios espirituales, el desarrollo de sus actividades personales y su trabajo en el quehacer teológico.
Con el capítulo VI: La vulnerabilidad de la teología hace que la teología ponga los pies en en el suelo, recordándonos que está sujeta a una serie de debilidades, ataques, peligros e imperfecciones. Comienza hablando de los ataques de aquellos que la denigran, luego de aquellos que la desprecian. Analiza después la vulnerabilidad de la Teología, afirmando que la crisis en la que a veces se encuentra se debe más que otra cosa a la tentación frecuente de hacer a un lado la Biblia para entregarse a la mera especulación. Luego nos habla de los peligros en los que puede caer un teólogo, entre otros: la arrogancia y el orgullo de primar sus puntos de vista frente a los otros sin considerar que puede estar equivocado. Finalmente nos advierte de las desviaciones, errores y malas teologías.
Termina el libro hablándonos en el capítulo VII de La singularidad de la teología cristiana. La teología es singular, y es singular inter alia porque ha pasado la prueba del tiempo. Entra en el debate de sí la religión cristiana es exclusiva o inclusiva, dicho en otras palabras: ¿Puede una persona fiel a otra religión, pero que no acepta a Cristo, ser salva? La respuesta es contundente: No hay salvación fuera de Jesucristo ni de la religión cristiana. Se decanta por el exclusivismo en lógica consecuencia con su postura de la singularidad de la teología evangélica.
El palabras del propio autor:
«Nuestro propósito es lograr que nuestros lectores obtengan un pleno entendimiento de la teología, que saboreen los frutos dulces de una sana teología. Desafiar a todos los creyentes, a los ministros, a los profesionales de las distintas ciencias para que se interesen en el estudio de la teología. También nos proponemos animar, de manera precisa, a los estudiantes de teología, a los educadores teológicos y a los teólogos para que revisemos qué clase de teología es la que estamos aprendiendo y, a la vez, enseñando. Recordándoles con respeto, entre otras cuestiones, que es nuestra santa obligación “… contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos” (Judas 1:3 LBLA).