El siglo XX tuvo, tal vez, otros autores cristianos más eruditos, populares y profundos que C. S. Lewis, pero es poco probable que haya tenido alguno tan amplio, claro y moderado como él. C. S. Lewis es un autor que con su claridad enfrenta, o nos enfrenta, los problemas haciendo fácil lo difícil, y sencillo lo complejo. Evitando, con claridad, la confusión y dando alternativas al problema.
El cristianismo era la perspectiva desde la que veía todo lo demás. Esto significa que el cristianismo está siempre presente en su pensamiento, pero no necesariamente como objeto del mismo, sino como la lente mediante la cual mira los otros objetos; y es, sobre todo, a esos otros objetos que dirigimos la mirada en este libro. El espíritu que nos anima en dicha búsqueda es de moderación, pero -a su vez- situándose más allá de la mera sensatez.
Veremos a C. S. Lewis moviéndose entre progresismo y crítica de la civilización, entre razón e imaginación, entre ética y política, entre protestantismo y catolicismo, entre alta cultura y democracia de masas, pero nunca buscando un mero término medio, sino el máximo bien del hombre para la suprema gloria de Dios.