¿Hay algo que nos pueda separar del amor de Dios?
Esa es la pregunta. ¿Puedo alejarme demasiado? ¿Esperar mucho tiempo? ¿Cometer demasiados errores? ¿Pueden mis pecados superar el amor de Dios? La respuesta se encuentra en una de las palabras más dulces de la vida…
Gracia…
«Reflexiona en lo que Dios logró», dice Lucado. «Él no condena nuestro pecado, ni transige con sus normas. No pasa por alto nuestras rebeliones, ni suaviza sus demandas. En vez de echar a un lado nuestro pecado, lo asume y, ¡en qué cabeza cabe!, se sentencia a sí mismo. Dios todavía es santo. El pecado todavía es pecado. Y nosotros estamos redimidos».