El que va en pos de Dios es aquella persona cuya pasión por la presencia de Dios lo impulsa a buscar lo imposible, con la esperanza de ser alcanzado por lo inalcanzable.
Un niño persigue a su amoroso padre, hasta que de pronto, los fuertes brazos del padre estrechan al que lo persigue.
El que persigue se convierte en el cautivo; el que fue perseguido es el apresador.
Pablo lo explica de la siguiente manera: sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello por lo cual también fui alcanzado. (Filipenses 3:12)
Job era uno que iba en pos de Dios. Él dijo: ¡Oh, si supiera dónde puedo encontrarlo!.
David también lo era; él dijo: Mi alma te anhela.
Pablo también lo era: a fin de conocerle…
Los senderos apasionados de los que van en pos de Dios pueden ser trazados a través de las páginas de la historia, desde Moisés el tartamudo, David el cantante, y Pablo el predicador ambulante, hasta contemporaneos como A.W. Tozer, Leonard Ravenhill e innumerables otros que comparten una cosa en común: un hambre insaciable por conocer al Señor.
Estas son personas cuya pasión incansable por ir en pos de Cristo, a menudo las hizo parecer como tontas ante el resto del mundo. Sin embargo, al haber probado de Su bondad, y vislumbrado momentáneamente lo invisible, no pueden ser satisfechas con menos.