En el año 2006, celebrábamos el centenario del nacimiento de uno de los hombres cuyo pensamiento más ha fecundado el quehacer teológico de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, cualquier acercamiento a la comprensión de Bonhoeffer pasa por integrar vida y pensamiento, puesto que la suya fue siempre una “teología de rodillas” interpretada y encarnada desde el seguimiento de Jesús y la militancia en la Iglesia. Esa y no otra, es la clave hermenéutica que nos permite situarnos en el lugar de observación correcto para acoger su visión del cristianismo.
Sus escasos treinta y nueve años de vida, y las adversas circunstancias en las que se desenvolvieron, constituyen la huella indeleble de una teología a contratiempo. Sin embargo, aún desde esas profundas limitaciones, su quehacer literario, su discurso docente y su vida inspirada en una insobornable piedad cristiana, merecen ser desenterrados y puestos al servicio del pueblo de Dios en el momento actual.