Cuatro noches antes del golpe comunista en Indonesia, que estuvo a punto de alcanzar el éxito en 1965, Dios en su soberanía comenzó a derramar su Espíritu Santo en un pequeño pueblo en la casi desconocida isla de Timor. Advirtió a los creyentes que oraran, y el país fue extraordinariamente salvado. De inmediato se organizaron equipos de laicos que comenzaron a viajar por Timor y las islas adyacentes proclamando el evangelio, sanando a los enfermos y resucitando a los muertos. Los milagros que ocurrieron después del día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino primero como “un viento recio”, se han repetido en nuestros días.
Dios ha enviado un mensajero del interior de ese avivamiento a los países del Occidente con un informe conmovedor respecto de sus obras maravillosas. Pero este hombre presenta asimismo un mensaje muy necesario para nuestras iglesias. Su mensaje es el siguiente: “Retornemos a la sencillez de la Palabra de Dios.”
Hay aquí motivos para que el creyente intelectual no relegue los dones del Espíritu Santo al primer siglo de la iglesia. Hay aquí principios básicos para aquellos que afirman ser bautizados en el Espíritu Santo. Mel Tari recalca que el Espíritu de Dios no solamente trae poder, sino también amor y disciplina. (2 Timoteo 1:7).
Cuando el Espíritu Santo ejercita en realidad el control, hay equilibrio y hay orden.
Nuestra familia ha tenido el maravilloso privilegio de conocer personalmente a Mel Tari. Nadie, en nuestra esfera de conocidos, ha ejemplificado la vida llena del Espíritu, controlada por el Espíritu, como lo ha hecho este humilde y obediente siervo de Dios, que procede de la otra parte del mundo. Aún más allá de su mensaje autorizado, es su Espíritu cristiano radian te que revela una profunda devoción a su Señor y ejerce un ministerio de amor y regocijo que transforma vidas por dondequiera que va.