Charles Finney, un brillante abogado, arreglé sus cuentas con Dios, de rodillas, un día en que se encontraba en un bosque en las afueras de Adams, Nueva York.
Las asombrosas consecuencia de aquella primera elección fueron tan notables que casi sobrepasan cualquier intento de descripción.
Durante más de cincuenta años, decenas de miles de pecadores se entregaron al Señor, movidos por el poder y la unción con que Finney predicaba la Palabra de Dios.
La historia de su vida es un relato de medio siglo de avivamientos, quiza superado solamente por el apostol Pablo.
Finney llegó a experimentar la vida abundante a tal plenitud, que en cualquier lugar adonde iba, esta vida parecia fluir de el y alcanzar a otras personas como las llamas de un incendio azotado por el viento.
Es imposible leer la vida de Charles Finney y no sentirse conmovido e impulsado a emular, aunque sea en parte, los extraordinarios logros de este gigante de la fe.