Existe una relación muy estrecha entre el mundo demoníaco, la perversidad sexual y el sacrificio de niños. No se puede romper una fortaleza sexual y anular una maldición con recursos humanos. ¡No se puede sin Dios! La atadura no se rompe, la batalla no se gana y la bendición no llega si Dios no interviene.
Iglesia: estamos siendo probados. Nuestro gran Dios nos observa. ¿Cómo reaccionaremos frente a esta filosofía de muerte que se ha levantado para arruinar el plan de Dios en nuestras familias?
¿Seguiremos impávidos, escondiendo la cabeza, tratando de proteger nuestro pellejo y colaborando con los propósitos del diablo, o nos comprometeremos con la causa de Cristo velando con recursos espirituales por nuestras familias y advirtiendo a la sociedad que un manto de oscuridad se cierne sobre nuestra nación? Nuestra actitud demostrará cuánto honramos a Dios.