Este libro ilustra algunos aspectos poco conocidos de la biografía de Tim Keller y las reflexiones personales de José de Segovia al respecto de su obra.
Tim fue siempre alguien inquieto que, como los verdaderos teólogos, pensaba todo de nuevo cada vez que se enfrentaba a un tema a la luz de la Escritura. Sus reflexiones eran siempre sugerentes. A diferencia de otros predicadores, no se repetía hasta la saciedad, sino que dejaba que el evangelio diera nueva luz a la cuestión que fuera. Como Stott, practicaba “la doble escucha”. Partía de lo que leía, veía y escuchaba en el mundo, para ir a la Palabra de Dios.
“La verdad es que ya echo de menos los libros y sermones de Keller. Han cambiado mi vida, como la de muchos otros. Los que le conocimos, podemos decir, además, que era una persona entrañable. Lo que yo he aprendido de él, sobre todas las cosas, es la centralidad del evangelio, su pasión por predicar a Cristo y su compasión por un mundo perdido. Quiera Dios que aprendamos de su ejemplo y llevemos la Buena Noticia a tantas personas escépticas y sin esperanza”.