Los niños son muy sinceros, creen fácilmente. En ellos no existe incredulidad ni hipocresía, Tienen mucho ingenio para influir en su entorno circundante.
Vivimos tiempos versátiles e inciertos. Quizá muchos adultos, no quieran escuchar el Evangelio en la palabra de un compañero de trabajo, de un allegado o de un amigo. Es muy probable que ese mensaje no sea atendido, por indiferencia, por orgullo o por su formación cultural. Pero, si un chico le habla con vehemencia el mensaje de Jesús, de la biblia, conversa acerca de temas espirituales, seguramente los mayores, pondrán atención, convirtiéndose, el niño, en un pescador de hombres, con grandes redes.
Por eso, considero que es de vital importancia que primero debemos ganarlos a ellos y luego enviarlos, darles las herramientas, motivarlos a que sean los grandes pescadores de este tiempo conquistando el corazón de padres, abuelos y tíos para el reino de Dios.