Tito nos enseña que el evangelio conlleva implicaciones muy prácticas para los diversos grupos sociales que configuran una congregación y nos muestra que debemos comportarnos de manera consecuente con la fe que hemos abrazado.
En esta epístola, Pablo sostiene la importancia de la doctrina correcta, pero aun concede mayor importancia a la santa vivencia. La verdad que suscribimos con la mente y la santidad que caracteriza nuestra vida deben ser inseparables. En vano acumulamos conocimientos de sana doctrina si estos no transforman nuestra manera de vivir. Y la razón por la que tenemos que vivir de cierta manera está directamente relacionada con la naturaleza del evangelio y la obra salvadora de Dios.
La epístola a Filemón ofrece una lección objetiva de cristianismo práctico y suministra un ejemplo inspirador de conducta cristiana. En Filemón aprendemos el tacto, la cortesía, la discreción, la amabilidad, el respeto, la delicadeza y el civismo que deben caracterizar el trato entre creyentes. También nos enseña ciertas virtudes de la vida cristiana como son el amor, el perdón y la reconciliación.
Esta pequeña carta es la demostración de que el evangelio realmente funciona. La vida de sus protagonistas sirve como espejo para reflejar la autenticidad del poder transformador del evangelio. Pero al estudiar este “espejo” tendremos que mirarnos a nosotros mismos. En aquellas vidas el evangelio funcionó, ¿y en las nuestras? Este es uno de los grandes retos que nos deja esta epístola.